jueves, 30 de agosto de 2012

Utopías de diferentes dueños


Hoy andaba pensando sobre el uso intencionado, sectario y de forma despectiva que los defensores del liberalismo económico hacen del calificativo utópico a las propuestas de izquierda que buscan el bienestar de la mayoría social. Mientras todo debate que se genera en torno a este tema se corta de raíz al llevar a la lucha dialéctica la utopía de izquierda, el caso contrario nunca aparece cuando es más que justificado. El liberalismo económico, igual que una sociedad en la que no existe ningún tipo de conflicto al superar la relación capital-trabajo, es una utopía, y los que buscamos un mundo más justo debemos recordarlo. 

Debemos recordar que el librecambio nunca ha existido, que la mano invisible de Adam Smith, la que regula la oferta y la demanda dentro de un mercado tenía anillos que la comprometían con ciertos intereses particulares. Es más, la mano invisible no es sólo una mano ni es invisible, son personas enteras, personas concretas que se unen y forman grandes empresas, corporaciones y conglomerados. El librecambio nunca existió porque cuando un ser humano nace, no nace en mitad del campo y comienza a buscarse la vida hasta que llegan a la cima los mejores. Mientras unas personas sí que ven la luz cerca del campo, o de la fábrica, o incluso cerca de los centros turísticos, dentro de familias trabajadoras que no tienen influencia más allá que el panadero del barrio que le fía la barra a Antonio si este no ha echado el monedero, otros nacen en familias donde ser parte de esta mano invisible es más fácil. Y si no se nace dentro, se busca entrar a lo Urdangarín.

Es por este desequilibrio de partida por el que es imposible que se de el liberalismo político dentro del liberalismo económico, porque mientras la mano invisible tenga dueño y titiritero no servirá para regular el mercado, sino para abofetear al trabajador que está por debajo de ella, siempre para que sus hilos los sigan moviendo los mismos.

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Esta reflexión me surge después de leer este artículo de Alberto Garzón http://www.agarzon.net/?p=2041 en especial este párrafo:

"Lo que Liria y Zahonero nos recuerdan es que el ideal del ciudadano de la ilustración y del liberalismo -la defensa de lo expresado por Kant y que se refleja en el “libertad, fraternidad e igualdad” de la Revolución Francesa de 1789; es decir, la utopía liberal- es incompatible con el capitalismo. Bajo el capitalismo el Estado de Derecho se convierte en una mentira, en una apariencia, en una simulación. El ideal de la ilustración aplicada al ámbito económico -el famoso laissez faire y el papel de la mano invisible- anula el concepto de ciudadano libre. Como asegura Naredo, “la principal contribución de esa utopía liberal al mantenimiento y expansión del capitalismo fue la de permitir la máxima libertad de acción a aquellos que detentaban el poder económico, lavándoles la conciencia de todo escrúpulo para que guiaran su actuación exclusivamente con arreglo a sus intereses más inmediatos de lograr un enriquecimiento rápido” [3]. Bajo el capitalismo los ciudadanos no existen como se espera de ellos en el ideal liberal, sino que únicamente existen trabajadores forzados a ser alquilados por algún poseedor de medios de producción; trabajadores esclavos de su situación de desposeídos".

miércoles, 8 de agosto de 2012

Tumbando obstáculos a la democracia



Mayo de 2011, las plazas de las ciudades y pueblos de España se llenan de ilusión y esperanza ante una población que despierta y pide un cambio. Los ciudadanos comienzan a organizarse en torno al 15M para construir comúnmente nuevas alternativas que mejoren su situación, hasta que topan con la realidad y chocan con una estructura de poder, en forma de políticos y de Constitución, que impide que estas nuevas ideas puedan ser desarrolladas en el Parlamento y ser efectivas.

Ante esta situación, dentro del propio 15M, comienzan a organizarse las Asambleas Constituyentes, espacios de debate y construcción de un nuevo contexto constituyente que, según Federico Noriega, miembro de la asamblea de Sevilla, “cambie las normas de juego y asegure la participación ciudadana en la política”. Con este espacio creador, los constituyentes pretenden sortear los obstáculos que las mayorías parlamentarias interponen a la hora de llevar a trámite las Iniciativas Legislativas Populares (ILP) o su reticencia a la hora de usar los referendos como método de consulta popular, entre otros, siempre con el objetivo final de asegurar la participación del pueblo en la toma de decisiones.