La presidenta de Argentina, Cristina Fernández, anuncia hoy que la economía del país en el último trimestre del 2011 crece un 9,3% más de lo que lo hizo en el mismo periodo de tiempo de 2010. ¿Es una casualidad que Argentina ofrezca este espectacular crecimiento mientras que Estados Unidos y los países europeos no son capaces de frenar su caída libre? Definitivamente no. Los resultados que hoy ofrece Argentina, después de estar en una absoluta crisis en 2001, no son más que el resultado de haber sembrado proyectos económicos sólidos que dieron de lado a los posibles parches coyunturales para establecer soluciones a largo plazo, generando un nuevo modelo.
La situación de la Argentina del corralito en 2001 era casi idéntica a la que hoy día tienen los países con más apuros financieros, una grave crisis arrastrada durante tres o cuatro años que dejó las arcas públicas asoladas y provocó un gran déficit fiscal, agravado aún más por la presión de la deuda externa contraída por el país. Mismo déficit y misma deuda de la que hoy intenta librarse Europa y EEUU. Los problemas que algunos países europeos tienen ahora debidos a formar parte de la zona euro, por ejemplo la imposibilidad de devaluar su moneda, también tiene su reflejo en Argentina, cuando la llamada “convertibilidad” anclaba el tipo de cambio del peso respecto al valor del dólar. Las primeras soluciones que los gobiernos argentinos de Fernando de la Rúa y Carlos Álvarez también estaban encaminadas en la misma dirección que las directrices europeas en estos momentos: recortes sociales para reducir el gasto estatal que fueron agravados por las exigencias del FMI tras conceder un crédito al país con el que financiar su deuda externa.
Tal y como defienden los economistas críticos, un recorte del gasto público y la privatización de sectores condujo a un empobrecimiento de la sociedad que minó la capacidad de gasto de los ciudadanos y de inversión de la pequeña empresa. Según el informe Evolución Reciente de la Economía Argentina y Perspectivas de Sostenibilidad de 2005, en 2002 Argentina tenía una pérdida acumulada del 20% del PIB y del 30% de la demanda interna, consecuencia de una caída de la inversión del 54% y del consumo privado del 22%. Esta tendencia es también la misma que experimentan actualmente países como Grecia, que después de dos años de recortes la economía interior sigue en caída, sin ningún atisbo de recuperación y con los sectores claves del Estado en manos privadas.
Esta tendencia marcadamente neoliberal fue cortada por Eduardo Duhalde en su llegada al poder en 2002. Duhalde señaló a la deuda externa y la “convertibilidad” como los causantes del déficit fiscal por lo que sus principales medidas fueron suspender los pagos de la deuda y eliminar el tipo de cambio fijo, lo que le permitió devaluar la moneda, favorecer las exportaciones sobre las importaciones y colocar la balanza comercial del país en superávit. Estas medidas de choque fueron ampliadas y completadas por Néstor Kirchner cuando llegó al poder un año después. Kirchner nacionalizó las empresas clave del país lo que le permitió aumentar el PIB y reducir el desempleo superior al 20% restructurando estos sectores y modernizando la agricultura y la industria con nuevos trabajos.
El siguiente paso que tomaron los dirigentes argentinos es el que hoy les permite seguir presumiendo de crecimiento, trazar un plan de estratégico para acabar con los vaivenes del mercado y asegurar que no se produzcan grandes desigualdades dentro del país y que acaben con la demanda interna como ocurría en la etapa del corralito. Tanto Néstor Kirchner como su esposa Cristina Fernández comenzaron a pagar la deuda externa argentina, pero no toda la que el país tenía contratada con los mercados. La deuda fue sometida a una auditoría que estipuló que gran parte de ella se debía a estafas y a intereses particulares de los gobernantes anteriores, especialmente durante la dictadura, deuda que Argentina se negó a pagar al no ser “pública”.
La rebaja de la presión de la deuda ha servido para que en 2011 la economía tanto externa como interna de Argentina siga fluyendo sin problemas. Al contrario de la tónica general en Europa, Argentina está avanzando en sus políticas sociales, disminuyendo las desigualdades entre sus ciudadanos, lo que le asegura disponer de una fuerte demanda interna en situaciones como la actual donde las exportaciones se ven disminuidas por la falta de poder adquisitivo de Europa y Estados Unidos.
En conclusión, mientras que Europa se abraza al neoliberalismo y a los recortes del gasto público (que conllevan el empobrecimiento ciudadano y el descenso de la demanda interior), en una situación casi idéntica Argentina apostó por fortalecer el papel del Estado como garante del mantenimiento de la actividad económica. Argentina, cuando tuvo que elegir, puso a sus ciudadanos por delante de la economía y hoy tanto uno como otros siguen prosperando. ¿Qué será de Europa dentro de diez años?
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